¡Cree en ti!
Sea lo que sea que estés viviendo, cultiva tu amor por ti, confía en ti,
porque esa es la más grande expresión de Amor a Dios.
No estoy hablando de ese "amor propio" que nos ha inculcado
nuestra cultura. Esa es una emoción egoísta que nace del ego. Esa
que se aprende compitiendo con todo el mundo, en el que sólo demuestras que te
amas si eres “un ganador en el ámbito material”. No hablo de ese amor que aprendemos a
cultivar escondiendo nuestras verdaderas emociones, nuestro dolor, disfrazando
nuestro verdadero yo, ocultando nuestros miedos y enmascarándolos de fuerza, de
una falsa credibilidad y una débil confianza.
Ese falso amor propio nos hace críticos y juzgadores, porque el ego nos
hace creer que sólo nosotros tenemos la razón, que sólo a nosotros nos hacen
daño, que sólo nosotros sufrimos, que la gente a nuestro alrededor quiere vernos padecer, así sea nuestra familia. Criticamos a todos y a todo y nos ocultamos
en la creencia de que son ellos los que nos critican y nos humillan.
Nos creemos espirituales porque vamos a terapia a “quitarnos todas
esas cargas de encima” porque los culpables son “ellos”, esos que nos han
arruinado la vida. Y con tanta
meditación, tanto curso y tanta terapia salen todas esas personas y situaciones
que aseguramos no nos han dejado avanzar y “trabajamos” en perdonarlos, en fluir,
en dejar ir, en reconciliarnos con ese pasado destructivo. Porque ahora somos luz, y pensamos (por
ejemplo): mamá, este resentimiento que me
has generado, por no amarme, lo libero. Te perdono, me perdono… fluyo y sigo
adelante, porque ahora me amo y me respeto.
Ahora nada de lo que digas o hagas me va a afectar, porque ya soy otro,
ya no soy débil, ya me amo, ahora soy libre, porque me lo merezco… Eso,
sigue siendo ego. Ahí lo que te mueve es
ese orgullo profundo de NO DEJARTE DE NADIE.
Y el resultado es que te bloqueas.
Y te repites y le repites a todos que ya eso está sanado, pero muy en el
fondo sigue doliendo, te siguen afectando sus palabras y sus acciones, aunque
ella ya haya trascendido. Y muy en el
fondo te sigues sintiendo desplazado, abandonado.
Bueno, sé que estas confundido, ya que esta es la bandera de muchas
escuelas de espiritualidad, y ellas no está mal, el detalle es que la mayoría
de nosotros realmente no nos apegamos al Amor Incondicional a la hora de sanar,
sino que lo hacemos desde el ego, desde ese sentimiento de competencia que nos
impulsa a “no perder” … no perder mi postura de víctima, no perder el
pensamiento racional de que todo el mundo está equivocado, menos yo. Y
entonces, como ahora soy totalmente espiritual, desde mi trono egocéntrico, los
perdono. Y te envuelves de una falsa
paz, esa que trastabillea cada vez que sientes que “te quieren quitar tu calma”. Y entras en un sube y baja emocional, que te
pone a dudar de tu “camino espiritual”, y tu cabeza se vuelve un espiral de
pensamientos tóxicos porque titubeas de si estás haciendo lo correcto, y sigues
sin creer en ti… y en Dios. Y tus “problemas”
siguen siendo grandes, inacabables y dolorosos.
Sigues estresado y sufriendo…
porque tu ego, tu necesidad de ser víctima y tu costumbre de llamar la
atención a través de “tu vida complicada” sigue siendo tu guía.
Ok cariño, no te me estreses, vamos a descomplicar esto.
Para creer en ti, a quien tienes que perdonar es a ti… porque el que
tomó la decisión de sufrir fuiste tú.
Entonces el verdadero camino espiritual está en reconciliarte contigo
mismo, para que tu consciencia, realmente, tome la batuta en tu sanación
emocional.
Creer en ti implica dejar de juzgar y juzgarte, reconocer que en tu vida
no hay culpables, solo decisiones tomadas. Y estas decisiones hay que agradecerlas,
aceptarlas y si hay que dar un paso atrás, pues se da. Si hay que cambiar el camino emocional por el
que me estoy dirigiendo pues, doy la vuelta y escojo otro. Nadie que se devuelve se desnuca, olvida esa
creencia. Es de sabios
arrepentirse.
Hay una creencia muy profunda en nosotros, que, por supuesto es
generacional, es ancestral. Creemos que
los problemas son una constante, que siempre tienen que estar presentes. No te ha pasado que te sientes aburrido y
hasta te deprimes porque no tienes problemas y te victimizas y crees que nadie
te presta atención, que nadie te quiere. Por eso se nos dificulta estar en paz. Porque estar en paz significa estar en calma,
ver nuestras vicisitudes desde el amor incondicional y no desde el ego. Esto permite que dejemos de darle valor al
sufrimiento.
¿Por qué te digo que creer en ti es creer en Dios? Porque cuando crees
en ti estás consciente de tu ser, ese ser humano y espiritual, pecador y
divino. Ese ser que reconoce su luz y
acepta su sombra. Ese que sabe que
todos vamos por el mismo camino de aprendizaje, cada quien, a su ritmo y a su
tiempo, que no es una carrera, que no es una competencia, que simplemente es
vida. Que entiende que el perdón es solo una herramienta que el humano creó
para liberarse de culpas. ¿Por qué digo
esto? Porque Dios no tiene nada que perdonarnos… y si Él no tiene nada que
perdonarnos, ¿porque nosotros sí?... ¿ves? eso es sólo ego. Por lo que, cuando crees en ti Dios reina en
tu corazón, en tus pensamientos, y si te enojas, si estás triste, si te sientes
derrotado o abandonado no te hundes en esas emociones. Porque estás claro que el Amor Incondicional
de Dios está contigo, nada perturba tu paz, dejas de tenerle miedo a la calma,
a la armonía, a la “soledad”, porque sabes que jamás estás solo. Pides ayuda cuando es necesario, buscas
compañía si lo requieres, no dependes emocionalmente de nadie, pero amas sin miedo,
porque sabes que el amor que le brindas a otro ser humano viene de tu
divinidad, del amor que Dios sembró en ti y no del apego. Confías en tus decisiones porque tienes la
certeza de que puedes cambiarlas si es necesario y eso no te va a afectar
porque solo estas forjando el camino hacia tu evolución. Es decir, tomas las riendas de tu vida
cobijado por el Amor de Dios.
Por eso cariño, ámate y ama con la certeza de que siempre eres correspondido,
no por una persona, sino por Dios. Es fácil
regalar amor a quien nos regala amor, por lo que te invito a no esperar nada de
nadie, a no crearte expectativas de nada, a no tomarte nada personal, a
aceptarte y aceptar a tu prójimo desde el amor y no desde ego. Es decir, utilizando el mismo ejemplo de hace
un momento: mamá, acepto que este resentimiento que tengo es por creer que tú me tenías
que amar como yo quería, porque mi apego no me dejaba verte cómo eres y te
responsabilizaba por mi miedo al rechazo, a la soledad, por mi necesidad de
sentirme víctima, porque mi ego no me permitió ver que tu forma de amar también
estaba influida por tus miedos y tú apego. Reconozco el ser divino que hay en
ti, al que le pido al Creador que llene de su Amor Incondicional constantemente. Fortaleciendo nuestra comunicación y
permitiendo que día a día, aunque hoy no estés conmigo, reconozcamos que somos
hijos de Dios.
Como siempre, es un placer compartir mis ideas contigo. Te espero la
próxima semana.
Lo siento, perdóname, te amo, gracias.
Y, siguiendo el consejo de una buena amiga, firmo... Mirtha Vásquez :)
MEDITA... DEJA QUE DIOS TE ABRACE
Comentarios
Publicar un comentario