Sánate
Señoras y señores, con ustedes la frase de moda en esta
“nueva era”… SANAR EMOCIONES… ¡¡taaa-raaaaannnn!!
Cuéntame: ¿cómo te ha ido? ¡Fácil! ¿Verdad?... Nada del
otro mundo…
Si tu respuesta ha sido lo contrario, no te preocupes,
eso quiere decir que eres un ser totalmente normal, que ha vivido experiencias
(buenas y malas) y que ha tomado la decisión de darle una mirada más profunda a
su ser y, al mismo tiempo, acercarse a Dios.
El detalle está en, ¿Qué tan profunda es tu decisión? ¿De verdad quieres
escarbar en todas las emociones que has guardado por tanto tiempo en lo más
profundo de tu ser y volverlas a tener frente a ti, para, según tus guías,
dejarlas ir?
Generalmente las personas que entramos en esto, jamás
pensamos que vamos a escarbar en nuestro pasado… creo que,
la mayoría, vamos con ganas de sanar nuestro presente y, como en nuestro presente
el culpable de nuestros “problemas” siempre es alguien o algo externo, vamos
con la inocencia y la convicción de que lo más que vamos a hacer es aprender a
meditar para que ese alguien o algo, dejen de jodernos la vida, pero… ¡Oh!
¡Sorpresa!... Nos comienzan a decir que no es nada ni nadie… que somos nosotros
generando aprendizajes… taaaaa-raaaaannnnn
Y comenzamos
a defendernos internamente: Pero, ¿De qué nos sirve sanar emociones, sobre todo las que no
queremos?
¿Para que exponerme a recuerdos desagradables si no tengo ánimo de perdonar a nadie? Y, peor aún, si nuestro drama personal
persiste en el presente.
Pero, ¿A que
le llamo “drama personal”?... A esas
situaciones que nosotros (internamente) sabemos que tienen solución, más no nos
da la gana de soltar, porque, de alguna manera, dependemos de ellas para
vivir. Son esas situaciones a las que nos
aferramos fervientemente y que nos hacen personas sufridas, pero que, de no
estar con nosotros, según nuestro subconsciente, no tendríamos nada que contar,
nada que vivir, nada que experimentar, nada que aprender… nada con que llamar
la atención. Son esas situaciones, o
personas, que estamos completamente seguros que dejándolas atrás avanzaríamos
emocionalmente, pero es mucho más cómodo quedarnos ahí, ya que, según nuestra
mentalidad dramática, ¡sufrimos menos!
Yo no sé si tú
ves el chiste: ¡No soltamos por miedo a sufrir y sufrimos por no soltar! … ¿Ya te viste?, ¡Vamos! ¿YA TE VISTE?... Mi pregunta es (y es la que
me hago siempre): ¿Qué necesidad?
¿Para que la
necedad de regodearnos en situaciones que nos mantienen en modo víctima? ¿De
cuantas de esas situaciones dependes hoy para vivir? ¿Te has cachado diciendo:
esto ya me tiene hart@, y no generar una solución? Y, dime la verdad, sabes
perfectamente la solución, pero no quieres perdonar, no quieres soltar, tienes
miedo de ti.
¿Sabes por
qué tienes miedo? Porque no te conoces, porque no sabes cómo reaccionar ante tu
vida, porque no confías en ti y, por consecuencia, no confías en Dios. Por lo que dejas el Amor Incondicional a un
lado y prefieres vivir de miedo. Sí, ese
miedo que no te permite perdonarte y perdonar, liberarte y liberar, aceptarte y
aceptar, conocerte y avanzar. Ese miedo
que te escuda detrás del ego, que hace que, cada vez que abras la boca sea para
hablar de tu sufrimiento, de lo difícil que es tu vida, de esas penas antiguas
que no se olvidan, pero que te han servido para “avanzar”, “para ser lo que
eres”, que, si lo resumimos, no es más que una persona con logros en base a sus
miedos y que no quiere darse cuenta que alcanzar logros desde el Amor
Incondicional es mucho más gratificante.
Y es que, es
mucho más fácil, según nuestra consciencia colectiva, sufrir, que amar… Es
decir, es mucho más fácil apegarnos a todo y a todos, que amarlos como son, sin
ataduras y sin expectativas, sin esperar nada de nadie. Es mucho más fácil auto-exigirnos una perfección
que jamás vamos a lograr, que aceptar que nos equivocamos, que podemos cambiar
el rumbo y dejar lo andado atrás.
Es mucho más
fácil amar a Dios desde el miedo, ese miedo que me mantiene ciego y siguiendo
como borrego leyes “humanas” de santidad, a medias. Eso, es mucho más fácil que tomar la
responsabilidad (que no es lo mismo que aceptar culpabilidad… responsable no es
igual a culpable) de mi vida y aceptar que mis miedos son totalmente míos, mis
traumas me los he generado, aceptado, mantenido vivos y regodeado yo solo; mis
ataduras, mi esclavitud mental y emocional, mi falta de voluntad para aceptar que
SUFRIR POR MIS APEGOS, es mi estilo de vida. Que Dios no es culpable de nada y
que fui yo quien se alejó de Él, gracias a mis miedos.
Y entonces,
viene un ser humano cualquiera a decirme que la solución es Sanar Mis Emociones
y mi subconsciente se ríe en su cara… y en la mía L, y no para de decirme… Esto es muy difícil.
Pero, mira
hacia adentro de ti, concéntrate, y responde… ¿realmente es difícil o es lo más
cómodo?
Cariño, te
lo dejo de tarea… Respóndete desde lo más profundo de tu ser y con toda la
honestidad que tu ego te permita. Cuando
tengas la respuesta, busca ayuda para sanar.
Y recuerda,
vivir es mucho más que sufrir… Date la oportunidad de Amarte y Amar a Dios.
Como siempre, es un placer
que nos encontremos semanalmente en este camino que recorremos juntos en Amor
Incondicional.
Nos leemos la próxima
semana.
LO SIENTO... por las memorias de sufrimiento que comparto
contigo.
PERDÓNAME... por haber unido mi camino al tuyo para sanar.
TE AMO... por ser quien eres.
GRACIAS... porque estás aquí para mí.
Mirtha Vásquez
Comentarios
Publicar un comentario