¿Qué tan hondo?
Imagino
que estás familiarizado con la frase: Hay que tocar fondo para crecer.
Pero, ¿es cierto que tenemos que sufrir, perder todo y, a veces, hasta
casi morir para evolucionar? ¿para ser mejores personas? ¿para conectarnos con
nuestra divinidad? ¿para reconocer al Creador? Es cierto que, necesariamente,
¿hay que saber lo que es el dolor para reconocer al amor?
Alguna
vez has dicho o te han dicho: En este momento estoy tan feliz, que me da
miedo, porque no se en que instante va a llegar la caída, el dolor, la pérdida
o el sufrimiento.
Eso
quiere decir que, por lo menos, la mayoría de la gente de nuestra cultura, y no
estoy hablando solo de un país, inconscientemente evita ser feliz para no
sufrir… Y, al mismo tiempo, sufre porque no es feliz. Qué irónico, ¿no?
¿Alguna
vez te has puesto a pensar en ese punto? ¿Alguna vez has evitado ser feliz por miedo a sufrir más adelante?
Reflexionemos…
En
resumen, el ser humano pasa toda su vida buscando la felicidad y huyendo de
ella, por miedo a sufir. Todo gracias a
una creencia que ha pasado de generación en generación. En este momento, ¿tiene eso lógica para ti?
Para mí,
eso es una excusa. Esta, para lo que nos
sirve, es para escudarnos detrás del papel de víctimas. Porque, como dije en una publicación anterior,
estamos acostumbrarnos a ser víctimas del mundo.
Es mucho
más fácil seguir la corriente de la consciencia colectiva (del sufrimiento) que
detenernos y reconocer que somos nosotros los generadores de nuestro mundo, de
nuestras situaciones. Es mucho más fácil
vivir en el vaivén de nuestras emociones incontrolables que tomarme el tiempo
de conocer mi lado de luz y mi lado de sombra y autosanarme, porque, esto implica
reconocer el papel de co-creador que juego en ellas.
Es más sencillo
creer que Dios nos pone a prueba, que es la cruz con la que debemos cargar, o
que somos castigados por nuestros pecados, mientras no tenga que enfrentarme a mí
y responsabilizarme por mis acciones. Es
más fácil culpar al destino.
Creemos
que nada es simple, que lo que fácil llega, fácil se va… que amar duele, que,
si no hay sangre, no hay aprendizaje. ¿Ves el patrón de victimismo?
Aunque te
cueste aceptarlo, inconscientemente, creemos que es “menos doloroso” aceptar
que la felicidad no existe en vez de ocuparnos en conocernos, sanarnos y
aceptarnos con nuestras virtudes y defectos.
Porque los defectos afectan nuestro ego, y el ego duele. Todos, alguna vez, hemos llegado a decir que
aceptamos nuestros defectos, pero esa es una de las más grandes mentiras que
nos decimos. Nuestro ego, cuando no lo
conocemos, es demasiado “orgulloso” como para dar su brazo a torcer. Y para nuestro gran ego todos se equivocan,
menos nosotros. Además, cuando
internamente, aceptamos que nos equivocamos… duele.
Entonces,
mejor evitamos ser felices, porque, todo lo demás es muy difícil, trabajoso y,
al final, doloroso.
Por lo
que, disfrazamos ese “tocar fondo” que el auto-rechazo a la felicidad nos deja,
para alimentar nuestro ego, y esconder todas nuestras emociones detrás de una
supuesta coraza que nos impulsa a seguir adelante, sin amor… pero fuertes. Insisto, QUE IRÓNICO ¿NO? Y todavía nos preguntamos ¿Por qué el mundo está
cómo está?
Pero, ¿Qué
pasa cuando nos conocemos? ¿Qué pasa cuando nos aceptamos? ¿Cuándo reconocemos
a nuestro ego? ¿Cuándo sacamos a la luz nuestra sombra y nos damos cuenta que
no todo lo que está ahí es tan malo como pensamos? ¿Qué pasa cuando nos vemos
al espejo y ya no tememos a nuestras reacciones? Porque sabemos cómo solucionar
el enredo mental en el que hemos vivido tantos años. Bueno, el amor llega, sin miedo, fácil y, sin
ganas de irse. Y te estoy hablando del
amor más importante… el amor a ti.
Cuando
nos amamos internamente, espiritualmente, personalmente, conectamos con la
divinidad que nos fue regalada en nuestro primer aliento en este planeta. Esa divinidad que es nuestra única y más
grande arma de crecimiento. Encontramos una
biblioteca de amor conectada al Creador… un total y absoluto tesoro personal
que no tiene fecha de caducidad. Reconocemos
al amor en todas sus formas, tamaños y colores.
Y se da el milagro… es muy fácil mantenerlo. Porque al amarte de manera intima,
espiritual, sin ego, sin miedo, reconoces al Amor Incondicional en ti, en Dios…
en el prójimo. Salen a la luz la empatía y la compasión. Despiertas tu
intuición y reconoces la dualidad que caracteriza a nuestro mundo y aceptas que
el miedo, el dolor y el sufrimiento no son una forma de vida, solo son etapas a
las que tú, dentro de tu amor, le das tiempo de caducidad.
Así que hoy,
te invito a reinventarte, a conocerte, a AMARTE.
Y, como
siempre, te aúpo a buscar ayuda. Aprende a meditar, sánate, rescátate, para que
dejes de tener la necesidad aprendida de tocar fondo. La vida es, lo que tú quieras ver, lo que tú
quieras sentir, lo que tú quieras dejar ir y, lo más importante… Lo que TÚ
quieras generar.
Es un
verdadero placer que me acompañes en esta aventura de autocrecimiento y
autosanación. Te espero la próxima
semana.
LO SIENTO... por las memorias de dolor que comparto contigo.
PERDÓNAME... por haber unido mi camino al tuyo para sanar.
TE AMO... por ser quien eres.
GRACIAS... porque estás aquí para mí.
Mirtha
Vásquez
P.D. Ayer trascendió Louise L. Hay, una mujer, que a través de su experiencia y su capacidad de autosanación nos mostró lo fácil que es generar cambios amorosos en nuestra vida. En honor a ella, te dejo el siguiente audio. Espero lo disfrutes.
COMO AMARSE UNO MISMO
Comentarios
Publicar un comentario