¿Sigues esperando el Milagro?
Esto se lo pregunto a tu subconsciente: ¿Por qué sigues en la misma
esquina, con las mismas emociones, los mismos pensamientos, los mismos duelos?
Lo que hoy eres o cómo hoy te sientes no te define. Tus acciones son las
que te definen.
Una de las cosas con las que me he encontrado en este mundo espiritual
es un sinnúmero de personas (incluyéndome) que recurren a dicho mundo esperando que
ocurra el "milagro".
¡Ok!... Saquemos de nuestro rincón más profundo ese secreto tan simple:
Ese milagro que esperamos todos es que, por favor diosito, cambie todo mi
alrededor, todo mi externo. Que mi familia, mis amigos, mis jefes o
empleados vean lo espiritual que soy y... ¡me dejen en paz! Que, en mi
cuerpo, mi mente, mi alma, mi espíritu, mi pasado, mi presente y mi futuro
se grabe todo lo que he estudiado, todo lo que he invertido en mi crecimiento espiritual
y se borren todas mis emociones y pensamientos tóxicos, negativos, que me
atascan... amén.
Espero que, viéndolo desde aquí, puedas darte cuenta de que falta algo.
Ese algo, que es muy importante y, que le da valor a todo lo que dije
anteriormente... eres tú. Tu compromiso contigo. Tu compromiso con Dios.
¿Cómo esperas que cambie el mundo si tú no estás dispuesto a cambiar? ¿Cómo
esperas llenarte de amor si no sacas de ti lo que te llena de miedo?
Pongamos un ejemplo: Imagina a una persona que empieza a asistir a
un curso de meditación. Va con la expectativa de que su mundo va a
cambiar: en su trabajo van a acabar los problemas, en su casa va a entrar
la felicidad porque, a través de la meditación, se va a acercar a Dios y, al
ver esos cambios, su pareja y sus hijos le van a pedir ir a meditar también
porque, de repente les va a nacer el deseo de acercarse a Dios. Entonces,
por supuesto, se va a sentir bien meditando y, mientras se va acercando a Dios,
a través de esas meditaciones, su estrés va a bajar un poco y, a medida que va
asistiendo, la guían a conocerse, a reconectar con su niño interno, a limpiar
heridas del pasado... pero no está dispuesta a hacer cambios profundos porque
es muy doloroso, y además "nadie sabe todo lo que le ha tocado vivir".
¿El resultado? una persona desilusionada, que siente que nada funciona
para ella porque su vida sigue igual. Su pareja sigue sin entenderla, sus
hijos siguen rebeldes y sin "madurar" y su trabajo es una olla exprés
a punto de explotar.
¿Qué pasó?
El mundo no cambia. Esto lo has leído y lo has escuchado miles de
veces, un millón si eres de los que vas a cuanto curso de crecimiento
espiritual hay (a ver si encuentras el que realmente va a cambiar tu vida).
Te explico por qué el mundo no cambia: El mundo es un conglomerado
de gente que vive, igual que tú, de expectativas. De gente que está
esperando que sea el otro el que cambie. Que cambie mi pareja, mis papás,
mis hijos, mis vecinos, mi gobierno, mi religión. Pensamos que es el otro
el que se tiene que dar cuenta de que urge un cambio, porque yo ya estoy
haciendo mi parte: voy una hora o dos a un sitio a relajarme, cerrar los ojos y
sentir a Dios en mi corazón. O, a sentarme a escuchar como una persona me
cuenta el paso de Jesús por la tierra y me traduce la biblia. Hago todas las
oraciones que me piden... Y no, no pasa nada.
No pasa nada porque no estoy dispuesto a vaciarme. No estoy
dispuesto a aceptar las situaciones o personas que (según mi creencia) me hacen
daño y entonces, cuando en mi vida no cambia nada empiezo a preguntarle a Dios
y a todo al que le tengo confianza ¿pero, por qué mi vida sigue igual?
Tu vida sigue igual porque no basta con sentir a Dios en tu corazón.
No basta con ir a terapia o en un curso abrir los ojos por un momento.
No basta con decir y sentir "si es cierto" eso es lo que tengo
que hacer... No va a pasar nada si no lo haces, si no actúas.
No pasa nada si no pones tus miedos de frente a ti y los despojas y los
llenas de compasión y te aceptas y aceptas a los que te rodean. No pasa
nada si dejas todo dentro de ti como está.
No pasa nada si a emociones como el rechazo, el abandono, la
inseguridad, la culpa, el resentimiento, la incertidumbre, la desconfianza y el
fracaso los sigues dejando adentro sólo porque en algún momento de tu vida te
han servido como trampolín para seguir adelante y sentirte fuerte.
Y ahora estás pensando: ¡pero si todo eso ya lo he trabajado! No sé si
deba ser yo la que te diga esto, pero, si te sigues sintiendo incompleto es
porque todo lo has trabajado a medias. Porque sigues aceptando que la supuesta
fortaleza que de vez en cuando sientes te la siguen brindando esas emociones.
Porque no has hecho que tu subconsciente se rinda a Dios, sólo lo has
hecho superficialmente consciente. Es decir, asentando con la cabeza
cuando te lo dice tu guía, el cura, el pastor, el psicólogo, el terapeuta o lo
lees en algún lado. Y cuando llegas a casa, por ejemplo, sacas la emoción
del rechazo para sentir que tu pareja te está menospreciando (cuando solo viene
de un trabajo que también es una olla exprés y tampoco tiene muchas ganas de
cambiar) y te haces una súper tragicomedia en tu cabeza y al final creas una
maraña entre lo que has aprendido espiritualmente y esa emoción de rechazo y
concluyes: voy a dejar pasar esto porque ya aprendí a "soltar" y
porque Dios está de mi lado. Pero, ¿Tú estás de tu lado? ¿Tú ya te
perdonaste por no soltar esa emoción de rechazo? ¿Tú ya sientes compasión por
ti, y estas realmente consciente de que esas emociones siguen ahí? O, ¿en vez
de soltar te la tragaste? Y vas por la vida mostrándole a la gente tu
"crecimiento espiritual", dando tu mejor cara, tus mejores
intenciones y... tragándote todas tus verdaderas emociones.
Reflexionemos: Todos, como
humanos, contamos con emociones positivas y emociones negativas (si es que las
queremos dividir) pero, realmente, ninguna de esas emociones son dañinas.
El milagro sucede cuando dejamos de darles poder a unas más
que a otras. Cuando dejamos de martirizarnos por ese dolor interno (que,
generalmente viene del pasado) y validamos, reconocemos, nos creemos y
concientizamos las buenas experiencias que vivimos en el presente. De
esta forma las situaciones que sentimos como negativas en nuestro presente,
aquellas que hasta se repiten como un patrón, empezarán a bajar su fuerza y
valor ya que tu visión y tiempo estarán dedicados a darle valor a tus
experiencias de amor.
Pregúntate: ¿Por qué nos empeñamos en creer que la felicidad son solo
momentos? si eso es cierto, entonces también hay que creer que el miedo son
solo momentos. Es decir, ¿Por qué nos regodeamos en lo dura y difícil que
ha sido nuestra vida y no nos regodeamos en las veces que nos divertimos en
familia, en las que hemos estado para alguien o alguien ha estado para
nosotros, en las veces que nos hemos reído, en las veces que hemos llorado de
felicidad, en las veces que hemos dado o recibido un abrazo de corazón a
corazón, en las veces que hemos amado o nos hemos sentido amados, en las veces
que hemos sentido a Dios dentro de nosotros? ¿Por qué no dejamos de
trabajar en las emociones que no queremos y simplemente nos rendimos al Amor de
Dios y le damos valor a esas emociones de amor que todos sabemos que tenemos?
Qué tal si tomamos la decisión de darle poder a la compasión y al amor,
empezando por nosotros, para poder verlo afuera.
Te invito a hacer del Amor un hábito. Acostúmbrate a amarte, sin
miedo, sin culpas, sin dudas, sin apegos. Reconoce que eres hijo(a) amado
de Dios, aunque en este momento sientas que no lo mereces, aunque tu dolor no
te lo permita ver. Pon tus manos en tu corazón y toma una respiración
lenta y profunda y di: Soy la niña mimada de mi papá Dios... Soy el hijo
predilecto de mi papá Dios. Vuelve un hábito sentir el amor de Dios,
vuelve un hábito sentirte amado por ti. Acostúmbrate a ver el mundo a
través del Amor Incondicional de Nuestro Creador. Y sabemos que crear un
hábito es una labor de todos los días, pues como dije anteriormente,
comprométete contigo y con Dios, rinde tus miedos a Él y habitúate al Amor.
Como siempre, es un verdadero placer compartir mis ideas contigo.
Agradezco infinitamente a nuestro Padre Celestial que nos haya puesto en
contacto. Me encantaría recibir tu opinión para que juntos ampliemos el
tema y nos ayudemos mutuamente.
Te envío un gran abrazo de corazón a corazón, esperando siempre que
nuestro Creador te llene de infinitas bendiciones.
Lo siento, perdóname,
te amo, ¡gracias!

Comentarios
Publicar un comentario